El impacto social y político del ultra voting

En este ensayo planteamos el impacto social trascendental que puede llegar a tener el ultra voting. Consideramos que la confiabilidad de los ciudadanos corre serio peligro y, en consecuencia, la democracia está en juego.

Introducción

De manera simple el impacto social se puede definir como el efecto sobre las personas y las comunidades que se produce como resultado de una acción, actividad, proyecto, programa o política, evidenciable durante y después de su implementación.

A la vez, un impacto social positivo es aquel que se percibe como una fuente de bienestar o mejoría en un determinado grupo social, en una comunidad, en una región o aún en una nación entera, ya sea porque crea nuevas oportunidades, atiende necesidades, soluciona problemas, empodera a las personas o contribuye de alguna otra manera al mejoramiento de la sociedad.

En un mundo con tantos cambios que se suceden rápidamente, existen muchas formas con las que las acciones pueden generar un impacto social positivo, especialmente cuando estas provienen de organizaciones formales, agencias, entidades del estado o de gobiernos y también, de organizaciones regionales o globales.

Este documento analiza el impacto positivo que la tecnología de Ultra-Voting puede producir en las personas, comunidades y sociedades de casi todo el planeta, mediante la ayuda y soporte a las diferentes autoridades electorales para realizar elecciones totalmente confiables y transparentes, con el fin de restaurar la confianza -ampliamente perdida- de los ciudadanos en los sistemas de votación y en los resultados electorales, los cuales cada día son más cuestionados en muchos países del mundo inclusive en los más desarrollados.

Un entorno adverso

Cuando los sistemas de votación son lentos, obsoletos y poco amigables al usuario (como la mayoría de los actualmente disponibles  en el mercado internacional), existe un rechazo natural por parte de los ciudadanos especialmente de la población joven, que muchas veces los lleva a no interesarse en votar, incrementando los márgenes de abstención que tanto daño hacen a la democracia, ya que los resultados finales aunque arrojan unos candidatos ganadores, no se traducen en que los ciudadanos se sientan plenamente representados por las personas, partidos o movimientos elegidos.

Aunque la abstención electoral tiene muchas otras causas complejas de analizar, si la interacción entre el ciudadano y los sistemas electorales no es fluida y al menos confiable, estos deben considerarse como factores determinantes de este comportamiento político/social.

Si a todo esto se le suma la demora generalizada en publicar los resultados, las inconsistencias evidenciadas continuamente, y los múltiples señalamientos de fallas y fraudes, el entorno no puede ser más adverso para el ciudadano del común, para las autoridades electorales y el último término, para la democracia.

Adicionalmente, en muchos lugares se ha vuelto costumbre estigmatizar sin fundamento alguno mediante mentiras, interpretaciones amañadas, verdades a medias y vergonzosas imprecisiones, a candidatos, partidos y sistemas electorales, como una estrategia previa para paliar un posible resultado adverso a los intereses de grupos o sectores de la sociedad y en muchos casos, para deslegitimizar a los ganadores elegidos en forma transparente.

El poder de las redes sociales

A medida que se acercan los días de votación en la mayoría de los países del mundo donde se celebran elecciones democráticas, la desinformación en las redes sociales e incluso en algunos medios de comunicación sigue siendo una forma de influir en la opinión pública, así como de disuadir a la gente de votar por un candidato determinado o de dirigir su intención de voto hacia otro candidato en particular. Después de realizadas las elecciones y una vez conocidos los resultados electorales -frecuentemente cuestionados- a través de las redes sociales se intenta descalificarlos sin ningún control, aprovechando que no existe una confianza sólida en las autoridades electorales, ni en los sistemas de votación y ni en el conteo de los votos depositados o emitidos.

Como el ciudadano del común por lo general no conoce los sistemas electorales y muy poco sobre los candidatos por los que puede votar (con contadas excepciones), terminan dejándose influenciar la información publicada en las redes sociales, la cual es muy compleja de refrendar.

En la actualidad las redes sociales son un maravilloso medio de comunicación masiva de información, pero cuando se utilizan mal o con oscuros propósitos, provocan incertidumbre pública, lo que, en el caso de las elecciones de cualquier nivel, contribuyen a aumentar la abstención y la apatía de los ciudadanos.

Como ejemplo evidente está el caso de Estados Unidos, que alguna vez fue considerado como la democracia modelo; la falta de confianza en los resultados electorales de 2020 y las acusaciones de fraude en varios estados de la unión hoy en día siguen dividiendo a gran parte de la sociedad americana y se espera que para 2025 se tenga la campaña presidencial más polarizada de la historia. Muchas de las acciones que llevaron a generar el caos de ese año, se divulgaron y promovieron a través de las redes sociales, manipulando a una gran parte de  la población.

Qué panorama tan diferente sería y qué impacto social positivo se hubiera alcanzado, si las redes sociales se hubieran utilizado para llamar a la población a la calma, independientemente que los resultados no se hubieran presentado al público en general en el momento oportuno. Desafortunadamente, las redes sociales solamente sirvieron como generadoras de desinformación y en nada contribuyeron al fortalecimiento de la democracia.

Muchas autoridades electorales no han cumplido con sus obligaciones con la sociedad y los ciudadanos de construir bases robustas derivadas de la adopción de mejores mecanismos, prácticas y procedimientos, lo mismo que sistemas tecnológicos idóneos que garanticen tres factores fundamentales en cualquier elección: que sean transparentes, seguras y libres de fraude, es decir, elecciones totalmente confiables.

La era de la desinformación

A medida que crece el porcentaje de la sociedad que se comunica o confía abiertamente en las redes sociales todos los días, la desinformación puede tener un impacto enorme especialmente en asuntos delicados como las elecciones. Por otra parte, en algunas naciones (no sólo en el llamado tercer mundo), los resultados finales de las votaciones provocan alteraciones en el orden público, como se evidenció en años anteriores en Bolivia y en Estados Unidos.

Según Carnegie Mellon, la desinformación afecta a entre el 10% y el 20% de las conversaciones en las redes sociales, especialmente durante las temporadas electorales, y el resto se dirige a otros temas predominantes para los ciudadanos del común. Cuando miles de diferentes cuentas publican el mismo mensaje, o bien una imagen se comparte repetidamente en un corto período de tiempo, la fijación en la memoria colectiva es muy alta, y lo que se quiere transmitir (cierto o distorsionado) se convierte en una verdad aceptada; de este modo con este accionar perverso, los administradores de perfiles falsos tratan de influir en la opinión pública en un amplio espectro, sin que se pueda detener en forma masiva.

No es un secreto que la cotidianidad de gran parte de la sociedad gira en gran medida en torno a las redes sociales como X (Twitter), Threads, Tik Tok, Instagram, Facebook y YouTube, y las investigaciones muestran que estas plataformas son frecuentemente abusadas por malos actores que sugieren subliminalmente comportamientos poco éticos, como el caso del asalto al Capitolio de los Estados Unidos después de las elecciones de 2020.

Las principales redes sociales han tomado medidas para identificar y desactivar cuentas fraudulentas y eliminar publicaciones creadas por «bots» (programas informáticos que realizan automáticamente actividades repetitivas), pero la influencia continúa penetrando el debate social, político y electoral en muchos sectores de la sociedad, sin que la desinformación que difunden los bots entre los votantes, pueda ser rebatida o controlada apropiadamente por las autoridades electorales.

Si a todo lo anterior le sumamos el hecho de que muchas autoridades electorales no hacen esfuerzos significativos para realizar elecciones transparentes o no cuentan con la tecnología adecuada y los resultados de la votación no son sólidos, el efecto evidente es que aumentará la desconfianza entre los ciudadanos, la abstención crecerá y la democracia será severamente afectada; es decir, se combinan todos los elementos para lograr un impacto social negativo alimentado por la información que fluye a torrentes por las redes sociales.

Poca proactividad de las autoridades electorales

La falta de contundencia de los resultados de las votaciones, han abierto profundas grietas en muchos niveles, y si bien la diversidad de opiniones políticas necesarias para el desarrollo y fortalecimiento de los sistemas democráticos- debe ser respetada, existen marcadas polarizaciones que se presentan en un amplio espectro de la sociedad. Un examen de los procesos electorales de los últimos años revela que, dichas autoridades a pesar de los fracasos y problemas evidentes, no han logrado mejorar sus sistemas y prácticas, por lo que no se han generado mejoras sociales significativas derivadas de las elecciones.

Muchas autoridades electorales no han cumplido con sus obligaciones con la sociedad y los ciudadanos de construir bases robustas derivadas de la adopción de mejores mecanismos, prácticas y procedimientos, lo mismo que sistemas tecnológicos idóneos que garanticen tres factores fundamentales en cualquier elección: que sean transparentes, seguras y libres de fraude, es decir, elecciones totalmente confiables. Además, los procedimientos electorales controvertidos, como en los ejemplos más recientes y ampliamente conocidos, han revelado que sigue persistiendo el «fantasma del fraude», incluso en países electoralmente desarrollados donde este fenómeno ya había sido erradicado desde hace mucho tiempo.

En términos de tecnología de votación, resulta irónico que muchas autoridades electorales todavía dependan de sistemas obsoletos, fácilmente hackeables y manipulables, incluso aprobados por agencias respetables como la Comisión de Asistencia Electoral de Estados Unidos. Estos sistemas incluyen -entre otros- máquinas de lotería adaptadas, puntos de venta (POS) mejorados, tabletas PC modificadas para votación automática y dispositivos que han estado en el mercado durante más de 30 años. Cuando estos elementos trabajan en conjunto o son controlados por programas informáticos también obsoletos -verdaderas colchas de retazos de bits y bytes- desarrollados en lenguajes totalmente en desuso desde el siglo pasado, se corre el riesgo de sufrir muchos problemas de confiabilidad, calidad y desempeño con repercusiones inimaginables; todo esto sin mencionar la imposibilidad de implementar robustas arquitecturas de seguridad informática tanto en el hardware como en el software utilizado. En una pequeña medida estas situaciones son producto de la falta de presupuesto en algunos pocos países, pero principalmente de la mala aplicación de los fondos destinados al componente tecnológico.

Basta con examinar el caso de la Comisión Federal Electoral (FEC) de Estados Unidos, que a principios de 2018 (en preparación para las elecciones de 2020) destinó más de cincuenta billones de dólares para la modernización de los sistemas electorales en todos los estados; sin embargo, debido a la falta de nuevas tecnologías en el mercado, sólo se pudo invertir un poco más de treinta billones de dólares. Además, varios medios de comunicación enfatizaron las deficiencias y vulnerabilidades de los sistemas de votación adquiridos, lo que obligaba a algún tipo de prevención tanto para el público en general como para la población con derecho a votar.

Independientemente de casos como el arriba descrito, las motivaciones para la poca proactividad pueden provenir de factores externos a las autoridades electorales y pueden ser variados, ya que no solamente incluyen la falta de presupuesto, sino también desconocimiento de las autoridades electorales, falta de liderazgo, tecnología poco amigable al votante, sistemas complejos, resistencia al cambio y, hasta presiones políticas indebidas, solo por mencionar algunos.

Todos estos factores contribuyen a que el ciudadano común e incluso la población políticamente educada hayan aumentado paulatinamente los márgenes de abstención (sin analizar otros importantes factores asociados), lo que tiene un impacto social devastador, ya que el ejercicio democrático se reduce a una pequeña porción de la población, que a menudo no es verdaderamente representativa, pero que con mínimas votaciones termina eligiendo los candidatos en contienda.

Otro hecho importante de mencionar y que muchas veces está más allá del alcance de las autoridades electorales, es que algunas facciones, grupos y/o sectores políticos no están de acuerdo con modernizar los sistemas electorales, o con adoptar mejores tecnologías y nuevas prácticas, con el fin de disminuir e idealmente acabar con la probabilidad de fraude, en entornos que tradicionalmente han sido proclives a este fenómeno. Afortunadamente estas nefastas conductas cada día tienen menos influencia, toda vez que la mayoría de países que celebran elecciones libres, las autoridades electorales son independientes y no forman parte de las otras ramas del poder (legislativo, ejecutivo y judicial); además, la “sociedad civil” ejerce un control de transparencia a través de muchas organizaciones no gubernamentales (ONG), tanto locales como internacionales de reconocida independencia de pensamiento y una inequívoca tendencia hacia la integridad.  

El impacto social

El pensamiento generalizado que en las elecciones siempre hay fraude, resulta devastador para cualquier democracia por fuerte o arraigada que esta sea; así las cosas, una mejora significativa en la adopción de tecnologías y procedimientos innovadores, confiables y seguros, ayudará a mitigar sensiblemente el impacto negativo que hoy afrontan las autoridades electorales, el que repercute directamente en la sociedad.

Democracia y sociedad están estrechamente relacionadas, ya que siendo la democracia el sistema político en el que el pueblo ostenta el poder, éste no puede estar cuestionado como resultado de elecciones discutidas; obligatoriamente, cualquier tipo de elección debe ser completamente eficiente y transparente, por lo que la falta generalizada de confianza en los procesos electorales, deteriora esa relación tan importante y necesaria para el desarrollo social.

La historia de las elecciones ha sido muy apasionante en muchas naciones del mundo, particularmente en América Latina, África y Asia donde las sociedades han afrontado graves crisis a raíz de las deficiencias en los procesos electorales; por esto, no deja de sorprender los numerosos desafíos encontrados en las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de 2020, en las que Joe Biden fue elegido y, donde hubo sistemáticos alegatos de fraude, marcadas demoras en la entrega de resultados, cifras cuestionadas, señalamiento de injerencia extranjera y hasta descalificación del ganador, lo que llevo a alteraciones del orden público en muchas ciudades del país, siendo la más notoria y la más grave, el intento de asalto al Congreso por parte de ciudadanos enfurecidos que no aceptaban el resultado. Esta situación llevó a que se produjeran graves desajustes sociales que en la actualidad persisten, y los cuales no se avizora que mejoren de cara a las elecciones presidenciales de noviembre de 2024.

Si bien se han presentados casos excepcionales como el arriba mencionado, es conocido que los procesos de votación siguen estando igualmente presionados por la falta de interés, por la obsolescencia de los sistemas, por la corrupción y la inestabilidad política en gran parte del mundo; afortunadamente algunos países han iniciado una tímida transición electoral, lo que es un logro social significativo que no puede calificarse todavía como impacto.

Si se desea tener una buena aproximación hacia un impacto positivo, es imperativo abordar las causas fundamentales del problema, que debe propender como mínimo con acabar con la desconfianza hacia las autoridades electorales, altamente dependiente de los sistemas de votación y conteo de votos que se utilicen, ya que son elementos que hasta ahora sólo han servido para acrecentar la división social, como sucedió en los Estados Unidos.

La aplicación de la tecnología de Ultra-Voting indiscutiblemente trasciende fronteras y es de carácter transnacional, por lo que su uso extendido va a tener un impacto global totalmente evidenciable, mucho más allá de cualquier beneficio económico particular. Es por eso que Ultra-Voting está llamada a redefinir por completo los procesos electorales y a establecer las nuevas reglas de esta industria en los cinco continentes.

En este esfuerzo de dinamizar la democracia, se debe propender por implementar a todo nivel una gestión electoral completamente diferente, que incluya el establecimiento de mejores prácticas y protocolos, pero especialmente la adopción y despliegue de nuevas tecnologías de votación/conteo que no hayan tenido ningún tipo de inconveniente ni señalamiento en la realización de elecciones previamente, las cuales a decir verdad hay muy pocas, por lo que se hace imperativo dirigir la mirada hacia los nuevos jugadores en el mercado electoral. También es igualmente importante aumentar las campañas para generar una conciencia pública sobre importancia de votar, pero solo se podrá lograr demostrando las ventajas y transparencia de los sistemas que se vayan a utilizar de ahora en adelante. Todas estas acciones deben ser un trabajo mancomunado entre el Estado, las autoridades electorales y la sociedad civil, lo que redundará en una democracia más participativa en los países donde se celebran elecciones libres.

Igualmente, es importante el aporte de los fabricantes y desarrolladores de tecnología electoral, ya que tienen un compromiso y a la vez una oportunidad de contribuir a generar un impacto social positivo, mediante el uso de novedosos sistemas que permitan realizar elecciones totalmente confiables, las cuales garanticen la oportunidad en la entrega y la precisión en el contenido de los resultados de la votación.

De esta manera, los ciudadanos y las sociedades deben comprender en qué medida las prácticas electorales específicamente adoptadas en cada país son aceptadas, impulsadas y/o limitadas por las expectativas y demandas populares, por lo que es necesario conocer en cada uno de ellos cómo las elecciones han configurado su comportamiento político y no si el comportamiento político ha dado forma a las elecciones, bajo la premisa que las autoridades electorales no son organismos subordinados a los partidos políticos.

El rol de Ultra-Voting

El slogan de Ultra-Voting es sencillo pero poderoso: “democracia confiable”; estas dos simples palabras abarcan toda una filosofía de trabajo, fruto de más de 40 años de experiencia electoral, más de 20 años de realizar elecciones y mas de 10 años de diseñar, desarrollar, fabricar y desplegar tecnología electoral, tanto de hardware como de software.

Con todo este background se ha desarrollado un interesante portafolio de soluciones que permite realizar elecciones de cualquier tipo y tamaño, en prácticamente cualquier país del mundo, ajustándose a las más diversas prácticas electorales y siguiendo cualquier legislación en la materia por complicada que esta sea, como sucede en muchos países de Asia, África, Latinoamérica y el Caribe.

Todo esto se refleja en la promesa de valor corporativo: elecciones seguras, libres de fraude y resultados de las votaciones complemente auditables, características que no existen o no se pueden obtener en la mayoría de lugares donde se realizan elecciones en la actualidad.

Paradójicamente, en la era de la tecnología y la inteligencia artificial, los sistemas utilizados parecieran que no han mejorado los procesos electorales, sino que los han debilitado, lo que ha resultado en una dramática erosión de la democracia. Es por eso que Ultra-Voting pretende con su tecnología y su experiencia, acabar la desconfianza de los ciudadanos hacia los sistemas electorales y los resultados de las votaciones, con procesos más sencillos pero a la vez mucho más robustos y confiables, los que conducen a reducir significativamente la abstención y a que los candidatos elegidos representen verdaderamente la intención de los votantes; toda esta aproximación es aparentemente simple pero compleja en el fondo, con único  fin de fortalecer la democracia en los países en donde se ayude y soporte a la autoridades electorales para la realización de elecciones.

La aplicación de la tecnología de Ultra-Voting indiscutiblemente trasciende fronteras y es de carácter transnacional, por lo que su uso extendido va a tener un impacto global totalmente evidenciable, mucho más allá de cualquier beneficio económico particular. Es por eso que Ultra-Voting está llamada a redefinir por completo los procesos electorales y a establecer las nuevas reglas de esta industria en los cinco continentes.

Entonces la pregunta obligada es: ¿puede haber un impacto social positivo más grande y más significativo? Para quienes creemos en la democracia, pocas cosas son más necesarias hoy y con un potencial gigante de una huella positiva en nuestra civilización: elecciones sólidas, confiables y transparentes basadas en mejores prácticas, en nuevas tecnologías, en conocimientos y en experiencia comprobada. Estamos convencidos que aumentará la participación ciudadana, se fortalecerá la democracia y se forjará una sociedad más sólidas en un contexto histórico tan volátil e incierto.

Pablo Álamo

CETYS University – Presidente de NLG

Referencias:

Adekunle, S. E. (2020). A Review of Electronic Voting Systems: Strategy for a Novel. International Journal of Information Engineering & Electronic Business12(1).

Chungata, J. T. P., López, E. R. P., Granizo, O. D. L., & Tobar, M. B. (2017). Confiabilidad y consideraciones del voto electrónico, una visión global. Journal of Science and Research: Revista Ciencia e Investigación2(5), 26-38.

Krimmer, R., & i Esteve, J. B. (2022). Electronic voting. In Routledge Handbook of Election Law (pp. 60-72). Routledge.

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