Por qué Milei sí, y sus 3 principales errores

El futuro de la Argentina se define el próximo 19 de noviembre, en el balotaje entre Sergio Massa, un peronista que encarna los valores del periodo más corrupto de la política argentina, y Javier Milei, un “outsider” de la política que, en tan solo dos años, ha logrado ganarse la confianza de casi ocho millones de argentinos para ser candidato a la presidencia del país sudamericano. Las encuestas arrojan un empate técnico y conociendo la idiosincrasia argentina, en verdad, puede ganar cualquiera de los dos.

Somos muchos los que pensamos que lo mejor que le puede pasar a Argentina es que gane el candidato disruptivo de La Libertad Avanza y su fórmula presidencial con la señora Villaruel. No solo por que la mayoría de los actuales tiranos y corruptos que gobiernan en otros países, de la mano del crimen organizado, quieren que pierda Milei y gane en su lugar Sergio Massa, sino, sobre todo, porque Milei defiende mejor que nadie la libertad.

Sin libertad, no hay dignidad humana ni verdadero progreso social. De hecho, el socialismo -y su versión más radical, el comunismo- se ha movido, en todos los lugares donde se ha implantado, entre ser un sistema fallido, de corte dictatorial, y ser un sistema exitoso de saqueo y expolio, que termina, de manera irremediable, con la existencia de una clase media próspera y digna. La ideología socialista, gracias a los medios de comunicación vendidos a la mentira, ha ejecutado una excelente estrategia de marketing que ha logrado implantar en el imaginario colectivo el pensamiento de que la “justicia social” es un derecho universal, generando una culpa consciente o inconsciente en quien se atreva a posicionarse en contra de este pensamiento.

No deja de ser un fenómeno digno de estudio sociológico el hecho de que haya mucha gente que se sienta culpable o avergonzada si no apoya y defiende la justicia social. Sin duda, es algo sorprendente porque, para quien analiza los datos y los resultados, es evidente que la justicia social tiende a violar sin reparo de ningún tipo -incluso llegando a saltarse la ley y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, si fuera necesario- los principios de libertad, responsabilidad y meritocracia, convirtiéndose, de hecho, en un sistema delictivo, no pocas veces de lesa humanidad, con el pretexto, la disculpa y justificación de estar impulsando la «justicia social».

Sólo Milei se atreve a descubrir, desvelar, explicar la verdad a los argentinos hoy, y poner en evidencia las mentiras de los políticos que pretenden gobernar con la hoja de ruta socialista. Sólo Milei sostiene y defiende que para generar riqueza y bienestar a todos, el empleo es fundamental y para que éste se dinamice es necesario reducir drásticamente el peso del Estado paternalista y asistencialista. La gente subsidiada debe ser sustituida, salvo casos excepcionales y justificados, por emprendedores que aporten valor a la sociedad. Los telepredicadores de la “justicia social”, si fueran conscientes y coherentes, deberían preguntarse qué sistema, y por tanto qué candidato, ofrece más garantías en el objetivo de generar empleo y confianza en el mercado.

Por eso la figura del líder de La Libertad Avanza es tan necesaria y “salvadora” para la Argentina, por mucho que le pese a figuras tan conocidas y respetadas como el Papa Francisco, enemigo del capitalismo o, por lo menos, más amigo -en algunos casos muy cercano- de gobiernos y políticos que defienden ideas estatistas y contrarias a la sociedad abierta que fomenta el libre mercado.

La única opción contraria a la demagogia socialista

Milei es, por desgracia, el único político hoy en Argentina, y de los pocos en toda América Latina, que defiende de manera consciente y convencido, es decir, hasta las últimas consecuencias, la verdad del capitalismo; concretamente, el hecho histórico de que el sistema económico capitalista desarrollado en Occidente desde la industrialización ha resultado ser el único sistema que ha liberado a la humanidad del hambre y de la miseria en porcentajes nunca antes conocidos, convirtiéndose “de facto” en un sistema que ha democratizado, mejor que ningún otro, el bienestar.

Además, Milei es el único que con acierto sabe responder a las manipulaciones socialistas que, al no poder negar los hechos, tienden a interpretarlos de la manera más torcida posible, para desacreditar al capitalismo y a su innegable éxito. Por ejemplo, al no poder negar que el socialismo es el mejor sistema para democratizar la pobreza y el capitalismo el bienestar, se agarran al hecho de que el capitalismo acentúa las diferencias entre los que más tienen y los que menos tienen, algo que es inevitable en un contexto de libertad, responsabilidad y meritocracia. Quien predica la justicia social, no debería estar preocupado tanto por la igualdad, sino por el nivel de bienestar y oportunidades de los que menos tienen, cuestionándose qué sistema ha logrado mejores niveles de bienestar a las clases más necesitadas. Pero los socialistas no se hacen ciertas preguntas, ni entran a jugar el juego de la racionalidad, porque pierden por goleada ante el capitalismo.

El líder de La Libertad Avanza lo sabe y lo defiende, sin miedo, sin vacilaciones, sin culpas, sin cobardías, sin vergüenzas de ningún tipo, con sano orgullo y determinación, conocedor, como pocos, de la perversidad teórica y práctica del llamado “Estado Benefactor” impulsado al margen del mérito. El Estado de Bienestar deriva siempre en el Bienestar del Estado y de los súbditos que viven de él gracias al mérito de otros, a la productividad de terceros, a quienes se les acaba acribillando o ahogando a base de impuestos, cada vez más altos, desproporcionados e injustificados. No es éste un escenario imaginario, porque, de hecho, la prueba irrefutable de lo que afirmamos, esto es, de que el socialismo es un sistema dominado por el Bienestar del Estado, es la gestión de la pandemia del COVID-19. En un contexto de crisis mundial, donde se le ha impedido trabajar y generar ingresos económicos a mucha gente, la calidad de vida de los gobernantes no solo no ha descendido sino que ha aumentado, demostrando la indiferencia, insensibilidad y desdén del poder político frente a las necesidades de la gente. Dar «migajas a la gente» vía deuda es un engaño encubierto, un robo disfrazado de «solidaridad y justicia social».

Casos bochornosos, como la España de Pedro Sánchez a la cabeza, abundan en América Latina: ver la bajeza moral y la ignominia humana de congresistas, senadores, diputados -gobernantes, en definitiva- subiéndose el salario y los privilegios mientras endeudan al país, hipotecando el futuro de las siguientes generaciones, es un comportamiento vergonzoso, indigno y despreciable. En efecto, que políticos que predican la igualdad y la «justicia social» usufructúen de beneficios escandalosos, cuando la mayoría de la población perdía parte de su patrimonio, de sus ahorros, de su calidad de vida, es algo que no puede ser silenciado ni olvidado. En América Latina, las consecuencias de contar con gobiernos guiados por principios socialistas son dramáticas, tanto a nivel moral como económico: la deuda bruta de los gobiernos promedia casi el 80% del PIB y el pago de sus intereses absorbe casi el 60% de los ingresos por exportaciones, convirtiendo al Estado socialista, de hecho, en el gran enemigo del progreso, de la inversión en sanidad y educación, entre otros rubros estratégicos. Como las cuentas no dan, la única receta que tienen es «huir hacia delante», es decir, emitir más deuda, en lugar de reconocer que el sistema es insostenible e ineficiente. En vez de reconocer que lo mejor es cambiar de estrategia cuanto antes, en nombre de la «justicia social» cometen violaciones flagrantes a la justicia.

Milei no ha comprado la demagogia socialista que afirma que las situaciones negativas que observamos en el mundo son responsabilidad del capitalismo y del libre mercado. Sabe y defiende que la verdad es precisamente la posición contraria: la ausencia de libertad es la causa de la mayoría de los males que aquejan el mundo. De hecho, las mayores riquezas del planeta, que motivan el escándalo de las crecientes diferencias entre los que más y los que menos tienen, son empresarios profesionales del lobby, aliados al poder político, que se aprovechan de las necesidades del prójimo y de los más necesitados para proponer una solución empresarial, que solo ellos controlan de manera opaca, en un contexto de poca libertad, competencia y transparencia. Además, pagar los privilegios de la “casta política” tiene un alto costo, que suele asumir el consumidor final, es decir, principalmente la clase media y baja. Se trata de un auténtico saqueo, perpetrado por la política, precisamente por la ausencia de un verdadero libre mercado.

Adicionalmente, en otro punto también fundamental, sólo Milei se atreve a decir la verdad hoy a los argentinos. En efecto, para generar riqueza y bienestar a todos, el empleo es fundamental. El trabajo dignifica al hombre, por dentro y por fuera, de manera interior, espiritual, y de manera exterior, es decir, material. Por eso, los telepredicadores de la “justicia social” deberían preguntarse qué sistema, y por tanto qué candidato, ofrece más garantías en el objetivo de generar empleo de calidad con ingresos laborales suficientes y sostenibles para poder progresar, en lugar de estancarse. Esa seguridad, ese aval para la generación de empleo, no pueden venir de quien propone demagógicamente salarios más altos a las tasas de capitalización, como si fuera posible hacer a la gente rica, o aumentar sus niveles de bienestar, por decreto. En cambio, la historia económica de los pueblos respalda a quien propone bajar impuestos y devolver el dinero a los bolsillos de los trabajadores, que, por lo general, suelen hacer un mejor uso de él que los políticos.

Los tres errores “imperdonables” de Milei

Aunque en política todo parece ser perdonable por una buena parte de los votantes, hay tres errores de Milei que le han hecho perder confianza y credibilidad en la opinión pública y del electorado.

El primero de todos es insistir en las críticas al Papa Francisco y no desmentir con rotundidad las amenazas, por parte de alguno de sus aliados, de romper relaciones con el Vaticano si ganan las elecciones. El candidato presidencial por el partido La Libertad Avanza pierde más que gana criticando al Papa. Los críticos de Francisco saben de sus errores, y es comprensible que algunas de las intervenciones del Papa puedan generar disconformidad y ser interpretadas como sorprendentes o incluso indignantes, no propias de la persona sagrada a quien dice representar. Pero Milei y sus asesores deberían saber que solo un porcentaje ínfimo de los votantes tienen el conocimiento, la información y la erudición para discernir los abusos de autoridad, las obsesiones, los juegos políticos y las contradicciones del Santo Padre. Creo que a Milei le favorecería tener una mirada más benevolente hacia el Papa argentino, sabiendo reconocer en él a un ser humano que es falible en todo aquello que no es de fe, que puede y tiene el derecho de equivocarse, que además puede estar mal asesorado y que, en el fondo, no es culpable sino víctima de una ideología que le ha proporcionado una hermenéutica incompleta -y en algunos puntos errónea- de la realidad. En consecuencia, considero que Milei se ha equivocado faltándole al respeto al Papa Francisco y lo correcto habría sido pedirle perdón, expresar sus diferencias con Su Santidad, pero dentro de un marco de cercanía, admiración y reconocimiento de las cosas buenas que ha hecho la Iglesia durante su pontificado, que no son pocas. Pretender romper relaciones con el Vaticano sin haber intentado antes tender puentes, escucharse con respeto fraterno, quizá a través de mesas de diálogo impulsadas conjuntamente con la Nunciatura, como exige la diplomacia, me ha parecido algo poco serio.

Tampoco son muy presentables otros dos errores, que menciono de manera breve. El primero, el haberse aliado con Luis Barrionuevo, que, reconocido por todos, encarna la imaginen de la corrupción política argentina. Esta alianza no parece ser muy congruente con uno de los principios en los que basó Milei su compaña: «no se puede tener una Argentina distinta con los mismos de siempre». Barrionuevo representa la vieja política -la casta, que tanto ha criticado Milei- y el haber caído en esta contradicción le resta puntos ante quien tenga una mirada objetiva. Esta contradicción se produjo, probablemente, por la necesidad de llegar al ballotage, objetivo que se logró, pero con un coste reputacional.

El último desacierto de Milei ha sido el romance con la humorista Fátima Florez. No tanto por el hecho en sí, sino por el momento y el modo de hacerlo público, en medio de una de las campañas electorales más importantes de la historia política argentina. El economista y la humorista se conocieron en diciembre del año pasado en el mítico programa de Mirtha Legrand. A partir de entonces, él la empezó a escribir -supuestamente porque habían quedado en que el político asistiría a su espectáculo- cuando ella estaba en pareja con Norberto Marcos, de quien se separó el pasado mes de marzo después de 22 años de relación. Sin juzgar a las personas, y mucho menos sus intenciones, el efecto de este episodio fue que, de alguna manera, su imagen se frivolizó ante una parte de la opinión pública en un contexto político trascendental que exigía sobre todo seriedad, sensatez, reserva, discreción y rectitud.

La libertad se gana o se pierde, como el bienestar, y con ella la dignidad. Y los argentinos tienen la ocasión de decidir, en unos pocos días, lo que quieren ser: si hijos de un Estado en quiebra, la eterna comodidad mediocre de quienes reciben como súbditos las migajas de los gobernantes, o, por el contrario, individuos libres que crean su propia riqueza.

Más allá de estos errores, que algunos antagonistas pueden agrandar aprovechando el estilo chillón, bronco e histriónico que en ocasiones Milei muestra, consideramos que no hay candidato perfecto y que, entre Massa y Milei, no tenemos ninguna duda de qué candidato defenderá mejor las ideas de la libertad, los derechos legítimos del ciudadano, presente y futuro, y, en consecuencia, las mejores políticas para una Argentina más próspera: el candidato de La Libertad Avanza. Massa, por su parte, significaría todo lo opuesto: ha demostrado no saber de economía siendo ministro de Economía, todo lo que ha hecho para bajar la inflación ha fracasado, y siempre ha expresado diferentes excusas a su incompetencia: la sequía, la guerra en Ucrania, la pandemia, etc. Massa es un ejemplar excepcional para explicar lo que es un gobernante comprometido con el Bienestar del Estado, y no con la sabia e inteligente administración del dinero de los ciudadanos y contribuyentes.

La libertad nunca está garantizada con políticos que han comprado la mentalidad paternalista y colectivista del socialismo. La libertad se gana o se pierde, como el bienestar, y con ella la dignidad. Y los argentinos tienen la ocasión de decidir, en unos pocos días, lo que quieren ser: si hijos de un Estado en quiebra técnica, que abrazan la eterna y mediocre comodidad de quienes reciben, como súbditos, las migajas de los gobernantes, o, por el contrario, si deciden ser individuos libres que crean su propio futuro y riqueza. Confiamos en que sean más los argentinos que deseen y se atrevan a ser libres y a confiar en sí mismos, en sus capacidades y oportunidades. Estoy convencido, como Milei, de que la Argentina puede llegar a competir globalmente como una verdadera potencia. Lo será si hay libertad suficiente para que la genialidad humana argentina, y la riqueza natural con la que fue bendecida, pueda brotar y abrirse camino.

Pablo Álamo

PhD en Economía y Empresa

Presidente de NLG

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